"ERA UN HOMBRE PASIONAL, UN HOMBRE QUE AMABA IMPOSIBLES."

jueves, 15 de diciembre de 2011

—¿Qué tal estás? —le dije.

Es una de las frases que más uso. Es algo que podrías oír en cualquier momento, incluso haciendo la compra. En el noventa y cinco por ciento de los casos la gente responde con algún monosílabo evasivo: «Bien.» El tres por ciento de las personas transmiten entusiasmo en sus respuestas: «Muy bien» o «Fenomenal». Aléjate de esas personas; no están bien de la cabeza. Y el dos por ciento responde con honestidad: «Fatal». Esas son las personas por las que merece la pena luchar. A esas mujeres no hay mas remedio que adorarlas.

Ella respondió:

—Bien.

Su voz resultaba grave para un cuerpo tan pequeño. Debía de haber estado gritando durante todo el concierto de Courtney Love. A mí no me va mucho el rock ensordecedor; prefiero la música de ascensor. Pero se lo perdoné. Nunca someto a las mujeres a un tercer grado. Lo único que me importa es que me traten bien.

La miré con evidente interés. Ella se dio por aludida.

—¿Y tú, cómo estás? —me preguntó.

Yo medité la respuesta.

—Estoy bastante bien. Me daría a mi mismo un ocho.

Siempre me doy un ocho. A veces incluso un ocho y medio.

A partir de ese momento, hay dos maneras de proseguir una conversación. Puedes hacer preguntas como: ¿de dónde eres?; ¿sabes retorcer la lengua?, o ¿crees en la reencarnación? O puedes hacer afirmaciones: vivo en Ann Arbor, Michigan, donde hay conciertos de heladerías; o tuve una novia que sabía hacer un caniche doblando la lengua, o el gato de mi compañero de piso es la reencarnación de Richard Nixon. Yo ya había dedicado mucho tiempo a intentar conocer a las chicas utilizando todo tipo de preguntas: preguntas que no necesitaban respuesta, preguntas inteligentes, preguntas extrañas, preguntas de corazón con hermosos envoltorios.


 

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