+No.
-¿Has visto alguna vez a un gato jugando con un cordel? Cuando el cordel se
balancea encima de él, pero fuera de su alcance, el gato se vuelve loco, y
salta y corre de un lado a otro intentando alcanzarlo. Pero, en cuanto lo
consigue, el gato mira el cordel en el suelo y se aleja. El cordel le aburre.
Ya no le interesa.
+¿Y qué tiene eso que ver con lo que acaba de pasar?
-Se apartó de ti. Y entonces tú volviste a acercarte a ella, como un
cachorrillo.
+¿Y qué debería haber hecho?
-Deberías haberla castigado. Deberías haberte dado la vuelta. Así la
habrías obligado a esforzarse por recuperar tu atención. Pero, en vez de eso,
fue ella quien te castigó. Tendrías que haberte alejado. Tienes que comportarte
como si tú fueses un trofeo.
Sonreí. Lo había entendido.
-Sí —dije—. Tengo que ser el cordel que se balancea fuera del alcance del
gato.
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